lunes, 28 de noviembre de 2011

Dos extraños jugando a conocerse.

La última luz que quedaba en pie en aquella habitación se desvaneció por completo. Eran las dos y ambos no tenían sueño; en cambio había demasiado amor en aquella atmósfera creada tras cinco horas de conversación
Dos extraños contándose de todo y nada, alguna vez se les escapaba un beso. Sabían lo que ocurriría desde el principio, aquellos ojos eran como un libro abierto.
Empezaron a rodar las ganas por las sábanas, subiendo por sus cuerpos. Sobraba todo, excepto ellos dos.
El carmín rojo dejaba su rastro a lo largo de su cuello. Lazos. Manos. Caricias. Sudor. Pasión. Aliento.
Finalmente, el amanecer y con el llegaría la despedida junto con la promesa de no volverse a ver.
Sólo fueron una de las miles mariposas que mueren con el primer rayo de sol, pero que piensan que mereció la pena morir después de haber sido tan bellas y alzar el vuelo.

Y mientras, la ciudad dormía ajena a lo que estaba ocurriendo en ese momento.

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