Era todo tan impersonal en ese reducto de felicidad caducada.
Se ahogaban en ríos de humo y autocompadecencias.
Sus rostros menguaban a lo largo de la jornada,
pasaban los días como trenes que se dejan escapar.
No había tiempo para perder en recapacitar.
Manos ásperas,ojos llenos de vacío.
Vacío lleno de nada y mentiras.
Los días pasaban como trenes, como la juventud.
La vida corría y estáticos se hallaban.
No existían luceros a los que admirar,
que alumbraran la fría madrugada.
Cúpula de anhelos ignorados.
Platónicos de júbilo.
Espectros solitarios vagando con sed de un alma con la que danzar.
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