Y a veces odio el frío, pero cuando empieza a llegar la privamera echo de menos su melancólico abrazo, una tarde de domingo encerrada en la cama, deleitarme con la colision de las gotas contra mi ventana, contra mis pupilas y mi cuerpo erizado.
Echar de menos aquellas manos que me dieron el calor, el vaho en los cristales, a rudolph el reno,los buenos sentimientos en navidades, los parques blanquecinos, los miradores oscurecidos... Y es que el frío y yo acabamos cogiéndonos cariño.
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